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Arcadia también esta noche
COMO CAMPO DE CALABAZAS
de Juan Manuel García Ferrer

La secuencia escogida para intentar transmitir las razones de mi entusiasmo por un reciente redescubrimiento está por el último tercio de la película.

El jefe de homicidios, un policía ya veterano, respetado, que intenta conseguir la información necesaria para su trabajo por medio de conversaciones amigables con los testigos y ladronzuelos, molesto por cómo ha llevado la última entrevista, hace acompañarse del novato y jovenzuelo policía que ya se despedía por ese día a "un último sitio".

El camino hacia ese "último sitio" lleva a la pareja por una zona en la que el campo se cuela por las ranuras que deja lo urbano. La sensación de agobio por el calor ambiente, que impregna toda la película, y que, según el policía, le ha llevado a una entrevista tan poco provechosa, desaparece.

El "último sitio del día" es, en realidad, la casa familiar del poli. Su mujer y tres hijos reciben a los visitantes, como lo hace una mesa baja con un par de juguetes... que una sabia elipsis convierte en el cementerio de un buen número de cervezas vacías, que habla del agradable y distendido tiempo de conversación transcurrido.

El poli joven anuncia su partida.

- " ¿Ya? " - Se pregunta apesadumbrado por la decisión el otro, que avisa a su mujer. La mujer llega desde una habitación vecina, disculpándose, diciendo que por fin los niños duermen. Su marido va a verlos. Orgulloso, pero quizás también como colofón de la sesión didáctica que le ha ofrecido, le dice a su compañero y pupilo que se acerque a mirar. Tirados por las colchonetas, cada uno se ha dormido en una dirección diferente.

Y es aquí donde se puede ver la diferencia con una película / mercancía comercial actual al uso. En vez de un redundante diálogo que te reafirma lo que ya has visto y sentido a primera vista, como por ejemplo un almibarado semi-profundo "ellos son lo más importante de mi vida", o "son lo único por lo que merece la pena vivir", sale de su boca esta reflexión, definitoria de la divertida imagen captada:

- "¡Como un campo de calabazas!"

He reservado el nombre de la película, su año de realización y el nombre de su realizador hasta ahora, porque tenía la impresión de que, si aparecía en la primera frase, ni siquiera yo iba a dignarme leer el texto. Se trata de El perro rabioso (1949), de Akira Kurosawa.

Hace poco he oído una frase que me ha gustado un montón y que, como llena un vacío de esos de capacidad expresiva que tenía, utilizo ahora frecuentemente. Es más o menos ésta: "La experiencia es algo que, cuando se tiene, ya no sirve de nada". Es así, porque la experiencia es muy difícilmente transmisible. La experiencia de otro puede servir de referente, pero la verdad es que sólo es asumible y provechosa la propia experiencia. Y cuando ya has acumulado cierta experiencia... pues, chico, ya no la puedes aplicar a muchas cosas de esas que supone la vida.

Tras este sinuoso rodeo por Vic, capital utilizada extrañamente siempre para estas cosas, a volver a lo que íbamos: Que ya te podía decir todo el mundo que A. Kurosawa estaba muy bien, y que tal, y que cual. Yo veía sus películas, llegué a leer un libro de memorias suyo (interesante por eso de tener la visión de Occidente desde el Extremo Oriente), y sí que es verdad que me gustaban, por ejemplo, ciertas impresiones coloristas de Ran, o incluso de Los sueños de Akira Kurosawa. O que llegaba a ver el mundo de las tragedias de Shakespeare en alguna de sus últimas películas. Pero el auténtico redescubrimiento personal de un cineasta mayor lo estoy haciendo ahora, viendo sus películas en blanco y negro de alrededor de los años 50, previamente grabadas en vídeo de entre sesiones de madrugada de esos canales televisivos de Dios. Quizás se juegue con trampa: ante tanta anodina secuencia de imágenes gratuitas, requetesabidas, que se ven sin pausa por los tropecientos canales de TV, sorprende, hasta el punto de dejarte enganchado al monitor, ver por una vez imágenes expresionistas, sí, pero de tremenda belleza, al estar ahí precisamente para narrar.

No sirve de nada, por lo explicado, el consejo, pero ahí va: Pesquen, saboreen y admiren un Kurosawa de madrugada, de esos ambientados en el siglo XX...

 

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