Pienso que la cámara es el tercer ojo, aquel que permite desmontar y congelar el pequeño instante del momento. Callejeaba por París, cerca del Pompidou, cuando mi "tercer ojo" avistó la cítara. Y recordé a Cartier-Bresson y su particular relación con el azar. Y mientras pensaba eso, el músico callejero me ofreció su cara más chistosa. Y fui consciente de que ahí delante tenía el detalle, el gesto, ese algo que diferencia un instante de todos los demás. Y fue entonces, cuando, ¡zas!, el músico se fijó en mí y me devolvió su mueca de clown. No pretendo la perfección en mis fotos, ni siquiera la belleza. No me pregunten qué. Quizás ese otro lado de cada cosa.
el viajero
El guardián del arte El músico callejero
El cliente
© Salvador Monroig
|